Mirando desde el otro lado


     Que difícil puede ser controlar todo lo que pasa por la mente, diría casi imposible. Cuanto duele entender que al que uno tanto ama no corresponde.
     ¿Cómo superar el vacio enorme que siento en mi pecho? Olvidada, miserable, tan comparable con cosa insignificante. A mi alrededor miles de emociones batallan por dominarme, el odio, el rencor, la tristeza, la impotencia.
     El tiempo intenta ayudarme en la tarea de olvidar, pero los lugares guardan memoria, recordándome cada segundo la traición, el engaño.
     Cuando al pasar la veo sonreír, con esa mirada perversa, dejando entrever su vileza y la satisfacción de haberme lastimado, no puedo controlarme. Se desata lo peor de mí, aborrezco todo lo que salga de ella, cada gesto, palabra, acción, hasta el aire que respira ofreciéndole un minuto más de vida.
     Lo odio a él que destruyo todo lo que una vez construimos y cada sueño que compartimos, que actuó como un cobarde, me traicionó y despreció las noches a mi lado, las risas, los buenos momentos y mi amor.
     Pero sobre todas las cosas siento la más profunda animadversión por mí misma, por haber callado, por no querer ver aquello que ocurría frente a mis ojos, por querer retener algo que ya había perdido y humillarme ante todo mundo por nada.

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