Agneta Sforza...
19 de Octubre de 1454.
El tiempo, ingrato, no espera a nadie. El paso de las horas
resulta agobiante, la sociedad me mira de reojo, ríen a mis espaldas, me
señalan como el ejemplo de todo lo que no debe ser.
Tengo 24 años y no tengo compromiso, participo en eventos de
sociedad mostrándome sin vergüenza, muestro a todos que mi vida se aboca al
conocimiento y no a tareas cotidianas que estén bien vistas por la sociedad.
Cuando niña pasaba mis días entre libros. Mi padre, un
reconocido e importante juez, nunca me negó las puertas del conocimiento, y sus
libros y manuscritos siempre estuvieron a mi alcance. Mi madre, vacía en todos
los aspectos posibles, siempre me miró con desaprobación, intento controlarme
de mil maneras, me encerró, me golpeó, me obligó a comprometerme con un joven
de la ciudad; para mi suerte este nunca se pudo llevar a cabo.
Una vez crecida, y liberada de ese absurdo compromiso,
comencé a viajar con mi padre a distintos lugares, mi madre se dio por vencida,
y ya no renegaba de mis actitudes, simplemente comenzó a ignorarme. Siempre
entendida como acompañante, presencie cortes en todo el país, y amé las leyes y
su esplendor como nunca.
Un día al volver a casa, con mi padre, nos encontramos con
la noticia que mi madre había fallecido; al parecer una extraña enfermedad
había acabado con ella en menos de una semana, en el fondo creo que se lo
merecía. Desde entonces me vi obligada a
quedar en casa, cuidando de nuestras inversiones y atendiendo el hogar.
Comencé a participar activamente de las reuniones sociales,
siempre educada y de buenos modales, popular por mi rebeldía, los jóvenes
creían que era una mala influencia, los adultos me consideraban una deshonra
para nuestra clase; sin embargo se veían obligados a codearse conmigo por la posición
de mi familia, por el respeto que debían a mi padre, por sus ansias de escalar
socialmente, y representar más que un simple y adinerado ciudadano, por poder.
Nunca tuve amigos que resulten significativos en mi vida, al
mirar atrás puedo encontrar solo un montón de caras sin alma, que buscaban a
través de mi conseguir el respaldo de mi padre.
Ya no logro sostenerme, mis convicciones flaquean, necesito
disimular lo que soy, mostrar una cara completamente distinta, si quiero
mantenerme firme debo meterme en su mundo, para destruirlos debo primero
confundirlos.
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